lunes, 4 de junio de 2012

Sfacciatezza.

Quizás porque cuando hablamos de determinados comportamientos relacionados con la delincuencia organizada, sobre todo cuando coexiste con importantes manejos de dinero, enseguida pensamos en la palabra mafia (entre las acepciones que nos regala la RAE figura: "grupo organizado que trata de defender sus intereses", aparte de la conocida que nos lleva a la delincuencia siciliana). Sin abandonar Italia, me gustaría ofrecerles otra: sfacciatezza. Suena bien, sobre todo cuando se desconoce su significado que no es otro que desfachatez (descaro, desvergüenza). Esta, en español,  la entendemos perfectamente y pierde todo el romanticismo y musicalidad que pudiera trasmitirnos la primera.

LLevo días intentando poner un calificativo, buscando una palabra que pudiera resumir, a modo de expresión coloquial, lo que me supone leer continuamente artículos acerca de lo que en el entorno del Consejo General del Poder Judicial ocurre, en especial alrededor de su presidente, el piadoso Dívar. Hay días que las sensaciones son repulsivas, otros lo son de desconcierto e incredulidad, para pasar por estados de profunda tristeza y desasosiego, no sin llegar a sentir temor y sospecha de quienes ejercen el tercer poder del Estado. Así que me quedo con la sfacciatezza, desfachatez, desvergüenza, en clara alusión a la descarada ostentación de faltas y vicios (siempre según la RAE, por supuesto). La definición me gusta porque unifica en la misma frase conceptos muy claros y curiosamente aplicables juntos o por separados a este paladín de lo suyo. Paso a enumerarlas: "descarada", porque lo ha hecho sin el más mínimo pudor; "ostentación", porque se jacta e incluso vanagloria de sus actos; "faltas", porque hasta ver si podemos considerarlos delitos (que parece que no) al menos son faltas a la ética; y "vicios" porque... (mejor dejarlo sin comentar).

A Zapatero se la metieron doblada a través de su entonces vicepresidenta Fernández de La Vega, con socarrona aceptación inmediata de Rajoy (aún en la oposición), cuando se propuso a Carlos Dívar para ocupar el cargo en 2008, que "curiosamente" fue elegido por la mayoría de los vocales del Consejo, a su vez nombrados (repartidos) a partes iguales entre el PSOE y el PP, más dos consejeros "regalados" a CIU y PNV. Si me remito a la definición con la que comenzaba este post y que avala la doctrina de la RAE, este Consejo de 20 vocales y el presidente son una mafia, ya que el grupo se organiza perfectamente en una jerarquía, se reune periódicamente y, por supuesto, defiende sus intereses. Entre éstos, los intereses, se haya el que sus miembros no tengan obligación expresa de justificar los gastos que ellos mismos consideren que se hacen en función de su representación. Anteriormente disponían de una cuantiosa dieta que fue sustituida por el "cheque en blanco". Ni que decir tiene que estos extras para nada repercuten en sus "modestos" sueldos, establecidos en algo más de 110.000 € anuales si son vocales y por encima de 130.000 € el presi.

Por supuesto que la crisis no ha sido provocada por los miembros del CGPJ, pero es esta situación que vivimos desde hace ya tres años la que nos ha hecho ir descubriendo el ingente número de altos cargos, ya sean políticos, judiciales o parlamentarios (ojo, que éstos tienen aparte de sus opíparos (por copiosos y espléndidos) sueldos una dietecita para chuches de 1.800 euracos/mes, cada uno) que viven a costa de normas y disposiciones que ellos mismos han ido promulgando para poder distribuirse importantes cantidades de presupuesto oficial y esconderlo adecuadamente de las miradas curiosas en opacas asignaciones y justificaciones.

Claro está que, aparte de poder indignarnos, poco más lograremos ya que todos los estamentos que pudieran intervenir en investigar, aclarar y corregir tales desmanes están convenientemente "pringados" de la misma manteca de curso legal. Pero, al menos, que esta cierta impotencia nuestra no nos calle o nos haga seguir ciegos a tanto listo que tenemos suelto por los campos y ciudades de España.

¡Menuda sfacciatezza!

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