domingo, 13 de mayo de 2012

Las semanas caribeñas.

Siempre es buen momento para aprender algo nuevo aunque, como es el caso, se te revuelvan literalmente las tripas una vez adquirido tal conocimiento. La tarde del domingo se presentaba, como suele ser habitual, de prensa digital y webs diversas buscando algo de evasión y descanso tras una mañana algo intensa y un agobiante calor que desaconseja salir de casa. Y claro, no es difícil volver a encontrarse uno con aquellas noticias que durante la semana apenas ha dado tiempo de leer en titulares o entradillas, dejando para momentos más adecuados ahondar en ellas. Así me he encontrado con la "semana caribeña", en principio puede uno pensar que se trata de algún evento que tiene como sede aquellas tierras deseadas por su clima, hoteles, playas, etc. Pues no, nada más lejos de la lógica, ya que tiene mucho más que ver con la fama que a los habitantes de esas latitudes les persigue cuando de trabajo se trata. O sea, trabajar poco y disfrutar mucho; la susodicha semanita consiste en dejar la oficina, despacho o cualquier lugar donde se desarrolla tu actividad laboral ("laboral", jijiji), el jueves a mediodía para regresar a ver esas tristes paredes el lunes y a veces el martes. Por lo tanto, trabajaremos tres días de la semana y si tenemos suerte incluso solo dos de ellos.

¿Se imaginan? Un chollo, sobre todo si te pagan por el mes completo y no por los días presenciales. En el caso de personas que viven de su trabajo como autónomos, o empresarios que tienen los destinos de su negocio en buenas manos, o millonarios sin compromisos laborales comprendemos que si pueden permitírselo se tomen una, diez o las cincuenta y dos que tiene un año como semana caribeña. Luego están los que no debiendo hacerlo por razón de sus obligaciones públicas, muy bien remuneradas, se las toman, caribeñas, bostwanianas o cuantas puedan existir que signifiquen relajo de sus funciones. Podemos añadirle al disfrute de esos exagerados fines de semana otro factor agravante, se van y encima cargan los gastos ocasionados a los fondos públicos de la institución.

Este es el caso (presuntamente, por si acaso, que con el Poder Judicial hemos topado) de Carlos Dívar, Presidente del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, por si fuese poco. El referido tiene unos ingresos, después del recorte que hubo que hacerse (¡Pobrecito!), de 130.000 € al año. Debemos comprender, por supuesto, que con tan exiguos ingresos el señor deba cargar sus viajecitos y gastos de las semanitas caribeñas al C.G.P.J.; dicen que, además, le "tienen" que acompañar 6 o 7 escoltas policiales, cuyos gastos van por separado y se cifran en cantidades muy elevadas. Generan tanto trabajo a partir del jueves el presidente y los vocales (éstos no se quedan atrás ya que ganan más de 100.000 €/año) que una famosa agencia de viajes española tiene una sucursal dentro de las oficinas del Consejo. Lo que no se es si los empleados de esta agencia se van también el jueves por la tarde, viernes, sábado y lunes o quizás sean destinados a otra delegación sita en algún centro comercial cercano para justificar su semana laboral.

¿Se van dando cuenta lo de revolver las tripas, literalmente? A estas alturas de la tarde del domingo, éste ha dejado de ser relajado para convertirse una vez más en indignante. Hay quienes adoptan (¡Y los comprendro, oiga!) la estrategia de no querer saber para así no caer en mi estado de excitación: Pero yo, y afortunadamente miles de ciudadanos, no podemos mirar para otro lado; necesitamos saber, enterarnos, odiarlos y por tanto expresar nuestro hartazgo de esta gente que vilmente (cada día me gusta más hacer referencias al diccionario de la RAE: "Dicho de una persona: que falta o corresponde mal a la confianza que en ella se pone") desarrolla su actividad, a secas "actividad", ya que no podemos decir que sea laboral por la cantidad de días que trabaja y los que disfruta libres. Como tienen más de los segundos que de los primeros creo que debemos entender que les pagamos, los ciudadanos, por estar de vacaciones y que 2 o 3 días a la semana se presenten en sus puestos. Luego decimos que la Justicia es lenta en España...

No puedo evitarlo, de la sorpresa inicial por lo que acababa de aprender pasaba, en pocos minutos de lectura, a indignarme para acabar enseguida sintiendo asco (aquí les regalo dos definiciones, siempre de nuestra querida Real Academia Española; cualquiera de ellas me vale; 1: "Alteración del estómago causada por la repugnancia que se tiene a algo que incita al vómito" y 2: " Impresión desagradable causada por algo que repugna"; con la primera entiendo que se me revolvieran mis tripas hoy). Si al final me llega a producir el vómito, salvo que tome una cucharadita de Primperán ahora mismo, igual lo guardo, envaso convenientemente y lo remito certificado a la calle Marqués de la Ensenada, 8, en Madrid. Espero no se lo tomen a mal si lo hago, al final sería solo una consecuencia fisiológica de sus actos, no un atentado ni intento de lesión.

Parece ser que si se confirmara este asunto y la denuncia contra Dívar llega a fin podría ser acusado de delito, según el artículo 433 del Código Penal que castiga a la autoridad que destinare a usos ajenos a la función pública los caudales o efectos puestos a su cargo por razón de sus funciones. Si pudiéramos desposeer de cargos y poner a buen recaudo a tantos malversadores como parece que hay en España, creo que podríamos empezar a pensar que el futuro mejor sí es posible; si siguen campando a sus anchas todo indica que nos quedan años de penuria, de abusos y de tener que reconocernos como una auténtica república bananera. ¡Vaya! Yo también he caido en un tópico.

¡A por ellos!

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