
El vino se ha convertido en un elemento social más y está presente en la mayoría de nuestras celebraciones gastronómicas, públicas y privadas. Si bien los grandes productores tradicionales se encuentran en la Europa mediterránea (España, Francia, Italia, Portugal y Grecia), ha ido con el paso del tiempo "colonizando" otros territorios, lo que se denomina en el argot los vinos del nuevo mundo (Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, Argentina, Chile y California). Esta circunstancia ha hecho que se diferencien, no solo geográficamente, las zonas productoras: por un lado la "tradicional" europea y por el otro los demás paises. En Europa, y muy especialmente en España y Francia, abundan los puristas, fieles a las tradiciones en cuanto al consumo, elaboración, embotellado, etc. Por su parte, el resto, han ido innovando y adaptando tanto el cultivo de la vid como los demás elementos que rodean al mundo del vino a las nuevas tecnologías y tendencias del mercado; a veces con "revolucionarios" sistemas de presentación imposibles en esta parte del mundo: latas de aluminio, botes de cristal con anillas abrefácil...
Que forme parte tan activa de nuestra vida social lo convierte en un "elemento de culto" y muchas veces de distinción. Hay que diferenciar, llegado a esto, dos claros grupos: los que se dedican profesionalmente a él y los que lo hacemos por motivos lúdicos. Los primeros se forman y dedican gran parte de su tiempo al cultivo de la vid, la enología o la cata. Pero, entre los otros, el grueso de los que consumimos vino por placer o de manera cultural, existe un número cada vez más importante de "enterados" que lejos del simple disfrute de saborear un vino y de compartirlo, y con más atrevimiento que conocimientos normalmente, hacen de él una manera de sobresalir. No es raro ese aprendiz de sibarita que en un restaurante, cuando los compañeros de mesa le invitan a seleccionar el que vayan a beber, empieza todo un protocolo de cata en vez de una simple aceptación de la botella tras comprobar que el vino está correcto y se ajusta a lo que se supone que contiene la botella elegida. De la cata de un vino debemos aprender a diferenciar matices, aromas y sabores para que nos ayuden a disfrutarlo, lo demás sobra; los cursos breves, tan habituales en consejos reguladores o vinotecas, son pensados para este fin, no para formar catadores expertos.
Nuestro afán por descubrir, leer o visitar, sea real o virtualmente, este apasionante mundo nos dará esos conocimientos básicos tan necesario para saber elegir y degustar el mejor vino en cada ocasión, adaptándolo a nuestro paladar y nuestro bolsillo. Los consejos reguladores de las denominaciones de origen de vinos, entre otros, son una importante fuente de información cercana y útil. No siempre la botella más cara de una carta contiene el mejor vino, al menos el mejor para nosotros o para los platos que vamos a comer. Por mucho que diga una nota de cata de un vino o la referencia de maridaje propuesta por algún especialista el vino ha de gustarnos a nosotros. Realmente habremos aprendido cuando sepamos comprar y consumir con la mejor relación calidad-precio posible.
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