40 adaptaciones para el cine o la televisión han habido de la historia de este personaje. Desde un cortometraje del cine mudo rodado en 1908 hasta la película de Ridley Scott en 2010, con Russell Crowe como protagonista. La mayoría le sitúan en la Inglaterra del siglo XIV, refugiado en el bosque de Sherwood y atacando acaudalados mercaderes que osaban atravesar esos caminos o a los reaudadores reales que, de pueblo en pueblo, exprimían los pobres bolsillos de los súbditos de reyes y señores crueles y poderosos. A pesar de las diferentes leyendas que acerca de él circulan, todas, desde la primera que se conoce publicada ("La pequeña gesta de Robin Hood", en 1459; aunque ya hay referencia manuscrita de este personaje en 1377) hasta nuestros días coinciden en algo: luchaba contra los ricos y opresores en favor de los desvalidos. Les robaba para repartir sus riquezas. Es difícil leer un libro o ver una película que narre su historia sin que nos pongamos de inmediato a su favor y nos alegremos en cada asalto.
Estamos en 2012 y no en los siglos XII, XIII o XIV, da igual. La situación, salvando lógicas diferencias temporales, parece similar: unos pocos despiadados subyugan al resto a través del poder económico, provocando que los gobernantes actuen a su dictado, promulguen leyes injustas o eliminen derechos y libertades a los ciudadanos para la mejor consecución de sus intereses. ¿Cuándo va a llegar nuestro nuevo Robin Hood? Quizás no hace falta ya que asalte por los caminos a ningún recaudador real ni ha de esconderse en un bosque al estilo de Sherwood, entre otras cosas porque actualmente la riqueza ya no circula físicamente ni se recauda puerta a puerta. Nuestras finanzas son intangibles, virtuales; usamos tarjetas de débito y crédito que a medida que gastamos descuentan de un saldo que disponemos tras recibir una retribución a cambio de trabajo. Tanto hace falta un Robin Hood que luche y nos capitanee como un rey Ricardo Corazón de León que le devuelva sus derechos.
Está claro que de entre las filas de los partidos políticos no va a salir y, como ya dije en anterior ocasión, no creo en las revoluciones violentas, por mucho que a veces den ganas de ellas, así que o nos llega desde el cielo en una nave espacial a modo de invasión salvadora (ya puestos a soñar) o seguimos cayendo, tocamos fondo y se dan cuenta de que lo hicieron mal y se empieza a reconducir el sistema. Eso sí llevándose por delante mientras a miles y miles que no aguantarán tanto como para ver de nuevo la luz.
Hace unos días, en un municipio de Navarra, Ansoáin, se han planteado retirar el dinero municipal de las cuentas abiertas en bancos que no acepten la dación en pago en los casos de impagos de hipotecas, por ejemplo. A su alcalde se le ha podido escuchar que la situación que vivimos actualmente ha sido causada por el malhacer de bancos y los políticos. Es un paso quizás insignificante y que pocos alcaldes y demás gobernantes sigan como ejemplo, pero, como ya dijo Neil Armstrong (comandante de la misión Apolo 11, en 1969) al pisar la Luna: "este es un pequeño paso para el hombre pero un gran salto para la Humanidad". Quizás un ejemplo lleve a otro y éste a otro más y al final podamos liberarnos de nuevo. Soñar es gratis, mientras no se den cuenta y lo graven con un impuesto especial.
¡Se busca un Robin Hood!
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